dimecres, 26 de desembre del 2012

Un sudor frío


La ciudad era sumida en un sudor frío. La niebla cubría las calles. Los coches pasaban como animales perdidos, con sus grandes ojos abiertos y luminosos que intentaban ver más allá de su morro. Yo no lograba ver nada, y me quedé de pie esperando que la niebla se disipara, empapándome los cabellos. Lo único que veía claramente eran las gotas de agua que se iban acomodando en mi bufanda roja.

Poco a poco la niebla se ha disipado, pero sigo aquí, de pie, sin poder ver el horizonte. Cuando se fue la niebla volví a ver los edificios amenazantes que no me dejaban ver más allá, los coches comenzaron a rugir más fuerte, a correr más fuerte, a rodearme de humo. Prefiero la niebla al humo, prefiero imaginar mis horizontes, viajar desde dentro hacia fuera, de que me sirve el sol, si todas las hojas de los árboles están bajo mis pies.  



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